martes, 25 de octubre de 2011

EDUCANDO CON AMOR: ¿Cómo educar a nuestros hijos sin perder la paciencia?


Elizabeth Abudinén Adauy. Profesora de Educación Especial y Diferenciada (Psicopedagoga).  Pontificia Universidad católica de Chile.

Educar a nuestros hijos sin perder la paciencia hoy en día cuesta mucho ya que estamos en un mundo competitivo donde, constantemente, se nos está evaluando nuestro rendimiento más que nuestras capacidades, sobre todo en padres que no han tenido adultos significativos en su niñez como para aprender de ellos a ser empáticos con sus hijos, pero a la vez inteligentes en la puesta en marcha de los valores a considerar.

Cuando nuestros hijos son pequeños es muy importante que  sepan lo que se espera de ellos
y que tengan claro que, al igual que los adultos, ellos deben responder de manera adecuada dentro de la familia y de la sociedad. ¿Qué significa responder de manera adecuada? Muy simple: descubrir sus derechos y deberes, muchas veces olvidados por la juventud de hoy, colocarse en el lugar del otro y no hacer nada que le pueda perjudicar, buscar diferentes soluciones a sus problemas a través de la creatividad, desarrollar conductas reflexivas y buscar lo mejor de la vida dando gracias a Dios por sus logros y caídas. Pero para esto, debe primero ser guiado a través de un camino que sólo los padres o la familia pueden hacer.

En este artículo les daré algunas sugerencias abstraídas del libro “Hijos con personalidad…raíces y alas” de Alexander Lyford Pike, Marianella Ciompi y María José Soler.

En primer lugar, debe existir una comunicación efectiva entre su hijo y usted: ser claro, conciso y concreto en el mensaje y que su hijo sepa que usted lo educa y lo corrige, que hay límites, porque lo ama. Para esto, es necesario que como familia planifiquen con antelación qué medidas van a tomar frente a las distintas situaciones “conflictivas” del diario vivir y se las hagan saber a los niños, por lo cual, necesitan conocer las fortalezas y debilidades de sus hijos. Además, es necesario que los niños conozcan cuáles son las conductas aceptadas y cuáles son las que perjudican el entorno familiar y por las cuales se va a corregir. De esta manera aprenderán a tener autocontrol sobre su actuar.

En segundo lugar, es necesario que sus hijos aprendan, también, a escuchar y para eso usted debe aprender a escucharlo primero sin que se torne la conversación en una discusión con argumentos, por parte del niño, sin fin. Uno debe saber en qué momento se conversa y se escucha y en qué momento se termina la conversación para hacer cumplir las obligaciones. Algunas preguntas que pueden ayudar en el manejo del diálogo son las siguientes: ¿para qué?, ¿cómo es?, ¿cómo te sientes?, ¿qué es eso?, ¿cómo estuvo tu día en el colegio? Dese un tiempo para escuchar a su hijo, a veces sólo con escucharlos ellos se sienten importantes. Otra manera de entablar un buen diálogo con los hijos es hablar de lo que yo siento y no de lo que tú hiciste. Ej. Cuando llegas tarde, yo me preocupo.

Recuerde:

Ø  “No pida algo ni de una orden gritando”.
Ø  “hable siempre en tono firme, pero calmo.”
Ø  “No altere el tono de voz, aunque el niño llore o grite.”
Ø  “No le dé la espalda.”
Ø  “Hable a sus hijos mirándolos a los ojos.” (Hijos con personalidad…raíces y alas.)

Es muy importante que su hijo haga las cosas bien, porque comprende que todo lo que usted hace es porque usted es el padre y quiere lo mejor para él. No debe obedecerle por temor a ser agredido o castigado. Si él está enojado, hágale saber que es un sentimiento válido, pero que hay formas de reaccionar sin agredir al otro y para que el niño o la niña adquieran esa conducta usted debe aplicarla primero con ellos.

En tercer lugar, para una asertiva corrección es necesario tener en cuenta ciertas técnicas a llevar a cabo frente a las conductas disruptivas de los niños:

o   Técnica del disco rayado: repetir siempre el mismo mensaje hasta que el niño/a acepte lo solicitado por usted.  Si uno entra en el discurso argumentativo con el niño o niña se habrá perdido autoridad.
Ej.:
Mamá   : “niños, es hora de ordenar”.
Niños    : “el último en jugar no fui yo”.
Mamá   : “ese no es el tema. Quiero que vayan a ordenar”.
Niños    : “déjame primero mandarle un mail a mi compañera por un trabajo”.
                                : “yo voy a terminar mi tarea”.
Mamá   : “niños, quiero que ahora vayan a ordenar”.
Niños    : “¡ya, bueno, ya voy!”

o   Técnica del banco de niebla: la idea es hacer oídos sordos a los reclamos de los niños y así no perder el control de la situación. Se debe evitar responder argumentativamente a sus demandas.
Ej.:
N: “¡eres muy pesada!”.
M: “puede ser que a ti te parezca que soy mala”.
N: “Siempre me castigas a mí”.
M: “puede ser que siempre tu creas que te castigo a ti”.

Ejemplo de ambas técnicas:

M: “Cómete toda la comida.”
N: “¡siempre haces comida que a mí no me gusta!”.
M: “puede ser que a ti te parezca que siempre hago comida que a ti no te gusta, pero  
      cómete toda la comida”.
N: “Siempre me obligas a mí”.
M: “puede ser que siempre tu creas que te obligo a ti, pero cómete la comida”.

o   Técnica de interrogación negativa: a través de preguntas se va acercando al niño a la verdadera razón de su molestia.
Ej.:
M: a bañarse.
N: no quiero bañarme.
M: ¿por qué no te quieres bañar?
N: estoy limpio.
M: y ¿por qué crees tú que estás limpio?
N: porque hoy día no corrí.
M: y ¿por qué no corriste?
N: porque nadie quería jugar conmigo.
M: ¿por qué crees tú que nadie quiso jugar contigo hoy?
N: porque ellos querían jugar a la pelota y yo quería quedarme en la sala.
M: ¿qué crees tú que pasaría si eres tú el que quiere jugar a la pelota y Pedro quiere 
      quedarse en la sala?.
N: le diría que nos turnemos.
M: y ¿qué puedes hacer para que la próxima vez si quieran jugar contigo?
N: jugar con ellos un rato y luego, quedarme en la sala. 

o   Técnica de extinción: para que una conducta desaparezca ésta debe dejar de ser reforzada. Si un niño o niña llora porque no se quiere ir a acostar y logra su objetivo, estaremos reforzando la conducta de negativa. Pero, si a pesar de que llora se la lleva a la cama y se le acuesta, poco a poco la conducta negativa irá desapareciendo por no ser estimulada ni reforzada.

o   Técnica de tiempo fuera: consiste en aislar al menor del ambiente propicio para que se presente la conducta disruptiva.
Ej.:
Si un niño está mojando a todos sus amigos con la manguera cuando ellos no lo desean, lo mejor es tomar al niño y llevarlo a la cocina por un rato: hacerlo reflexionar sobre su actuar, que se coloque en el lugar de los otros, a través de las técnicas anteriores; escuchar el porqué de su conducta y entablar un diálogo claro y conciso con el menor hasta que comprenda que eso molesta a los demás.

o   Técnica de compromiso viable: se validan los sentimientos de los hijos, pero con un compromiso por parte de ellos. Deben aprender que muchas veces se debe esperar para obtener lo que ellos quieren.
Ej.:
Te llevaré a casa de tu amiga, pero después que vaya a recoger a tu hermana.

o   Técnica del reforzamiento positivo: como adultos formadores deben aprender a reconocer las buenas acciones de sus hijos felicitándolos cada vez que se presente la conducta que desean fomentar en ellos. “No se debe dar por sobreentendida su buena conducta”…“Todo ser humano necesita reconocimiento para sentir que existe para el otro. La persona y su autoestima se construyen en el vínculo entre un yo y un tú. El elogio en cantidad y momento adecuados demuestra al niño la atención y preocupación paternas y le reconoce como valioso frente a ellos.” (Hijos con personalidad…raíces y alas. Alexander Lyford Pike. Ediciones Universidad católica de Chile.)
Ej.:
“¡Qué bien quedó echa tu cama! Y que ordenada se ve tu pieza”.
“Te quedaste callado mientras la profesora pedía silencio, ¡eso sí que es ser respetuoso!
“Te felicito por haber estudiado solo, porque yo sé que te cuesta”.
“Le convidaste de tu chocolate a tu hermana, eso me hace muy feliz”.
“Me ayudaste mucho al preparar tu uniforme para el otro día”.
“Gracias por ayudarme a lavar la loza”.

Por último, el niño debe aprender que en la vida hay dos caminos a seguir: el del bien o el del mal, que cada camino trae consecuencias que afectarán positiva o negativamente su vida futura y que él es el único responsable al elegir entre el uno o el otro.
Cuando el niño o la niña hacen algo podrán recibir un elogio o un “castigo”. El castigo, más que un reto, debe ser un tiempo de aprendizaje. Es importante que ellos comprendan que tienen todo para elegir: si actúan de manera adecuada las cosas le resultarán mejor, pero si no cumplen con los acuerdos establecidos con la familia, son ellos mismos quienes eligen ser “castigados” o privados de algo agradable y pierden sus “derechos” al no respetar los derechos de la familia.
Ej.:
Si el niño entra con los zapatos sucios a la cocina justo después de que ésta se había terminado de barrer, el mejor “castigo” es pedirle que él barra en vez de gritarle por haber ensuciado.  Y así habrá aprendido que la próxima vez mejor se quita los zapatos.

De esta manera, él o ella, irán adquiriendo las herramientas necesarias para fortalecer su voluntad y tomar decisiones reflexivas que le permitirán integrarse adecuadamente a la sociedad como una persona de bien.

Es fundamental que las palabras vayan acompañadas con la acción, es decir, si le pide que apague el televisor debe esperar 1 minuto, aproximadamente y, sino, usted apagársela, por ejemplo, para que vayan a cenar.  Es sumamente importante no cansarse de repetir siempre lo mismo ya que en algún momento, de la vida de sus hijos, estas conductas serán interiorizadas para no ser olvidadas jamás. 

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